miércoles, 21 de julio de 2010

SI EXISTEN CUATRO LETRAS, ENTONCES TODO ES DADÁ


Dada es dadá
Arte es dadá
Vida es dadá
Amor es dadá
Odio es dadá
Dada es dadá
Dedo es dadá
Mano es dadá
Papá es dadá
Mamá es dadá
Solo es dadá
Puta también es dadá
Porque al final esto es dadá

LA PALABRA, APRENDER A ESCUCHAR Y RESPETAR LAS IDEAS DE LOS DEMÁS


La palabra ha sido sin duda alguna una de las cualidades que le permitió al ser humano “evolucionar” a pasos agigantados. Pero más importante es aun aprender a escuchar y respetar las opiniones de los demás, eso sí que representa una evolución real. A menudo nuestro ego se siente embestido o lesionado cuando alguien piensa o actúa de forma diferente a nosotros, a nuestra concepción rebuscada, cultural, ideológica o moral; entonces esa debilidad nos lleva al ataque constante, llegando no solo a faltar el respeto a los demás, sino incluso lanzar improperios en contra de esa visión que es diferente a la nuestra.


Tan diverso es el mundo, como nuestros pensamientos y tenemos que tener la facultad de aprender a escuchar, dejar al otro hablar y expresarse, a vestirse con sus colores propios, de su vida y sus vivencias, no a descalificar a los demás por el simple hecho de tener una ponencia diferente, y creernos tan “inteligentes” como para descalificar su visión y aplastarla. Eso es lo que hace la gente bruta e ignorante, a menudo y con frecuencia. Esto los hace sentir súper elevados, sin saber que cometen el ridículo más grande de sus vidas, por eso hay que dejarlos que se atrabanquen con sus propias necedades, hablando mucho se arruinan solos.


Las culturas con visiones medievales son las que menos escuchan, son seres que siempre han creído tener la razón (principio de su colonización), donde el dialogo solo se utiliza como forma para discutir y tergiversar las palabras en insinuaciones vulgares y en términos descalificativos. Es irónico que la mayoría de personas que han aplastado al mundo, ha sido por tener esta cualidad, la de escuchar menos y hablar más. Pero es un principio de la falta de criterios de entes, que viven una vida de forma decadente, y que aseguran que su perspectiva es la perfecta, esto es parte también de su decadencia.


Estamos en el siglo 21, cargados de ideas rebuscadas, eso es lo que somos, o es que acaso el mundo ha sido diferente alguna vez? Pero estas sociedades necesitan ser escuchadas, pero también necesitan hablar, respetando los criterios y posiciones de los demás, no hay muestra más civilizada de educación cuando seres humanos con pensamientos y visiones diferentes comparten sus puntos de vistas, eso es evolucionar, no podemos permitir que el pensamiento de la minoría sea aplastado por el simple hecho de no gustarme su pensamiento, el de ellos también es necesario para poder mantener una libre expresión, pero sobre todo para poder respetar la individualidad y ver las cosas desde diferentes angulos; y así evolucionar como seres humanos que se supone SOMOS.

Al Final, Yo Tambien Soy Un Cadáver


Yo no soy un cadáver que se refugia en la utopía social, mucho menos uso como “mausoleo” la utopía moral e ideológica, ante todo soy un cadáver con espíritu, ininteligible, infrecuente, anómalo, bipolar, cargado de dudas, pero también de puntos fuertes y grandes virtudes. Como ves nada me diferencia de los demás muertos, estamos en putrefacción y compartimos la misma tierra de este “camposanto”, los mismos problemas con estos gusanos, espero te hayas dado cuenta que solo se muere una vez, pues si bien es cierto cada cripta es un mundo, la muerte es solo una.


No quiero una tumba especial, tampoco quiero ser el espectro que todos los cadáveres adviertan como patrón a seguir, todos somos carne y huesos y polvo a la vez, tenemos derecho a morir con nuestra propia muerte, porque no hay nada mejor que ser el propio despojo que deseas en esta irrealidad muerta.


No más mezquindad, más misantropía, más decadencia, toda nuestra necrópolis se aniquila, el sentido de la putrefacción nos ha invadido, lo peor de todo es que hemos comenzado apestar y ni siquiera me he dado cuenta, porque por mas contradicciones que haya escrito, al final, yo tambien soy un cadáver.